Datos del libro:
Título: Aires de Cambio
Título original: Starting Over
Autor: Robin Pilcher
Sinopsis: Tras la dolorosa ruptura de un matrimonio de dieciocho años, Liz Dewhurst se traslada con su hijo Alex a la pequeña granja de su familia en la costa este de Escocia, una región fértil y de asombrosa belleza natural. Pero los cambios se avecinan inexorablemente. La granja no puede mantenerse, las deudas aumentan y un grupo de inversores les hace una oferta muy interesante. Finalmente, cuando un profesor mayor se instala como inquilino en la granja, Liz empieza a reaccionar y reconoce que no puede seguir absorta en el pasado, que aún está a tiempo de rehacer su vida. Y a partir de entonces tendrá la oportunidad de reencontrarse con la felicidad.
En esta entrañable novela Robin Pilcher retrata con pulso firme y profunda comprensión las contradicciones del corazón humano. Aires de cambio es una gran historia de amor, de amistad y, sobre todo, de hondas connotaciones humanas.
Datos de la edición que yo leí:
Editorial: Plaza & Janés
ISBN: 9788401329050
Fecha de edición: 10/2001
Tamaño: 23x15 cm
Número de páginas: 368
Idioma: español
Encuadernación: Cartoné
Precio: 18 euros
Período de lectura:
Empezado: 01 de febrero de 2013
Terminado: 22 de marzo de 2013
Una pequeña opinión personal:
El libro no trata sólo de romance, sino también de la necesidad de seguir adelante e intentar recomponer los pedazos de una vida cuando ésta se desmorona. Es una historia de superación, de tomar decisiones, de volver a empezar.
Me ha gustado bastante y me ha recordado al estilo de Danielle Steel.
Nota
10/10
¿Vale la pena comprarlo?:
Sí, si te gustan las novelas de superación, de renovación interior, de volver a comenzar... Si buscas una novela romántica, aunque ésta también alberga algo de romance, no es ése el foco principal de la historia.
Citas:
-Ah, esa roca... esa roca... Es como la piedra del destino de la familia. Viene a ser como el pináculo físico de mi vida; los guijarros que caían cada vez más cerca de ella a medida que yo crecía... y ahora, al envejecer, cada vez más lejos. Dudo que tarde mucho en no conseguir siquiera que lleguen a la orilla.
-No puedes cambiar el destino, mocita. No puedes recobrar el guijarro una vez lanzado. Pasó. Y lo pasado pasado está. Además, de haber rodado las cosas de otro modo, no tendrías ese buen hijo que tienes, ¿no crees?
-Oye, muchacho, yo no estoy deprimido. A mi edad, uno acepta el hecho de que se acerca el momento en que la muerte te ronda. Y claro que echo de menos a tu abuela, pero no estoy deprimido. Me quedan muy buenos recuerdos, ¿sabes?, y me dan fuerzas para seguir adelante.
Luego, tras dejarse los nudillos blancos de tanto aferrarse a los brazos del asiento al despegar el avión, Liz había mirado por la ventanilla viendo menguar los campos hasta quedar reducidos a un pequeño tapiz verde y, de pronto, la había embargado un intenso júbilo, al ver cómo el mundo se encogía y, con ello, la insignificancia e irrelevancia de su propia y atormentada existencia.
-Es lógico que ahora lo vea así, pero se sobrepondrá. Yo me sentí igual durante meses tras la muerte de mi esposa. Pero luego empezaron a ocurrir otras cosas que me han ayudado a dar un nuevo enfoque a mi vida. Es como conducir durante horas por una autopista y luego girar hacia una carretera que discurre paralela y ver un paisaje completamente distinto, aunque siga uno más o menos en la misma dirección. Pero uno necesita que lo guíen para girar por donde conviene, un copíloto, podríamos decir, que vaya orientándote con el mapa. De lo contrario es casi imposible.
Gregor. Se repitió mentalmente su nombre una y otra vez. Pero, a diferencia de tantas otras veces, no se le hizo un nudo en el estómago ni la embargó la amargura. No sintió nada parecido. Todos los pensamientos que cruzaban por su mente en aquel momento eran agradables; y los recuerdos del pasado, hasta entonces demasiado turbadores e intensos para evocarlos, pasaban de largo ante sus ojos, como las luces de los faros de un coche en sentido contrario. Y eso la hizo comprender que, subconscientemente, había pasado página, que se había reconciliado con el pasado y se disponía a aceptar lo que el futuro pudiese depararle.
Echó a andar en la oscuridad por el camino. Lo conocía tan bien que no necesitaba la luz para orientarse. Ojalá hubiese sabido orientarme tan bien en la vida, se dijo sin detenerse.
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