jueves, 18 de abril de 2013

Blanca como la Nieve, Roja como la Sangre - Alessandro D'Avenia


Datos del libro:

Título: Blanca com la Neu, Vermella com la Sang (Blanca como la Nieve, Roja como la Sangre en español)

Título original: Biancca come il Latte, Rossa come il Sangue

Autor: Alessandro d'Avenia

Sinopsis: La conmovedora historia de un adolescente de 16 años, enfrentado a una difícil experiencia que le lleva a redefinir sus sentimientos en cuanto a amistad y amor, vida y muerte, y a aprender la importancia de cumplir sus sueños.

SIEMPRE ME HE PREGUNTADO POR QUÉ EL AMOR Y LA SANGRE SON DEL MISMO COLOR: AHORA YA LO SÉ.

Datos de la edición que yo leí:

Editorial: Plaza & Janés

ISBN: 9788401387494

Fecha de edición: 03/2010

Tamaño: 23x15 cm

Número de páginas: 272

Idioma: Catalán (también disponible en español)

Encuadernación: Rústica (con solapa)

Precio: 15,90 euros


Período de lectura:

Empezado: 21 de noviembre de 2012

Terminado: 10 de diciembre de 2012


Una pequeña opinión personal:

Precioso libro, emotivo a más no poder... evoca la adolescencia, esa inquietud de no saber lo que uno quiere, el sentirse confuso y no saber muy bien lo que uno siente... la sensación de pérdida cuando algo se nos arrebata de las manos, por otros o por la vida...

El libro está narrado desde el punto de vista de un adolescente, es como leer el diario o el blog del protagonista, donde se desgranan todas sus impresiones, emociones, incluso esas paridas que nos comían el coco de adolescentes.

El libro es realmente emotivo y vale la pena leerlo, además de que se lee fácil y rápidamente. Y hasta aquí puedo decir, sin destripar parte de la historia.


Nota

10/10 (y porque no puedo darle más, que si no...)


¿Vale la pena comprarlo?:

Sí, sí y sí. Sobretodo lo recomiendo como regalo para adolescentes, sean lectores o estén introduciéndose en ese mundillo; sin duda, se sentirán identificados. Y los no tan adolescentes, seguro les evocará parte de su adolescencia.

Citas:

*Como las citas las copié en catalán, pues el libro que leí estaba en dicha lengua, os las dejo traducidas al español.*

Cada cosa es un color. Cada emoción es un color. El silencio es blanco. En realidad, el blanco es un color que no soporto; no tiene límites. Pasar la noche en blanco, quedarse en blanco, izar la bandera blanca, dejar una hoja en blanco, tener un pelo blanco... De hecho, el blanco ni tan solo es un color. No es nada, como el silencio. Una nada sin palabras ni música. En silencio: en blanco. Yo no sé estar en silencio o solo, que es lo mismo. Siento un dolor encima del estómago o dentro del estómago, nunca lo he sabido con seguridad, que me hace subir a mi moto, destartalada y sin frenos (¿cuándo me decidiré a llevarla a reparar?) y dar vueltas al azar mirando a los ojos a las chicas que me encuentro para saber que no estoy solo. Si hay alguna que me mira, existo.

Pero, ¿por qué soy así? Pierdo el control. No sé estar solo. Necesito... ¡ni yo mismo sé lo que es! ¡Qué rabia! A cambio tengo un iPod. ¡Y tanto! Porque cuando sales y sabes que te espera un día con sabor a asfalto polvoriento en la escuela y después un túnel de aburrimiento entre deberes, padres y perro y vuelta a empezar, hasta que la muerte nos separe, sólo te puede salvar la banda sonora adecuada. Te pones dos auriculares en las orejas y entras en otra dimensión. Entras dentro de la emoción del color adecuado. Si necesito enamorarme, rock melódico. Si necesito cargas las pilas, metal duro y puro. Si quiero aturdirme, rap y groserías diversas, sobretodo palabrotas. Así no estoy solo: blanco. Hay alguien que me acompaña y da color a mi día.

No es que esté aburrido. Porque tengo mil proyectos, diez mil deseos, un millón de sueños para hacer realidad, mil millones de cosas para empezar. Pero después no consigo empezar ni una, porque a nadie le interesa. Y entonces me digo: Leo, ¿por qué cojones lo haces? Déjalo estar, disfruta de los minutos que tienes.

Es extraño: por la mañana, en la escuela, no quieres estar, y en cambio por la tarde te encuentras con todos. Pero la diferencia es que no están los vampiros, es decir, los profes, chupadores de sangre que vuelven a casa y se encierran en sus sarcófagos, esperando a las próximas víctimas. Aunque, al contrario que los vampiros, los profes actúan de día.

Ojos verdes que, cuando los abre, ocupan toda la cara. Cabellos rojos que, cuando se los deja sueltos, el alba te cae encima. Pocas palabras, pero las justas. Si fuera cine: un género aún por inventar. Si fuera perfume: la arena del amanecer, cuando la playa está sola con el mar. ¿Color? La Beatrice es roja. Como el amor, es roja. Tormenta. Huracán que se te lleva. Terremoto que hace caer el cuerpo a trozos. Así me siento cada vez que la veo.

Primero te dicen: "has de ser auténtico", "te has de expresar", "has de ser tú mismo". Después, cuando intentas mostrarte tal como eres, te dicen: "no tienes identidad", "te comportas como los demás". Pero, ¿qué tipo de razonamiento es este? No lo entiendo: o eres tú mismo o eres como los demás. Pensándolo bien, a ellos, nunca les parece nada bien.

Cada uno ha de ser él mismo y aceptar al otro tal y como es; ¿de otra manera, qué clase de amor es?

Las paredes tienen dos colores, blanco y marrón, como un helado de dos sabores, pero, en el instituto, no hay nada bueno para morder, sólo el timbre que suena cuando se terminan las clases y que, cuando se embala, parece que quiera gritar: "Has tirado otra mañana entre estas paredes bicolores. ¡Huye!

Nosotros somos diferentes de los animales que sólo hacen aquello que les dicta su naturaleza. Nosotros en cambio somos libres. Es el don más grande que hemos recibido. Gracias a la libertad podemos convertirnos en algo diferente de lo que somos. La libertad nos permite soñar y los sueños son la sangre de nuestra vida, aunque a menudo cuestan un viaje largo y algunos porrazos. "¡Nunca renuncies a tus sueños! No tengas miedo de soñar, aunque los demás lo tengan de ti, renunciarías a ser tú mismo.

La historia es una gran cazuela llena de proyectos realizados por hombres que se hicieron grandes por haber tenido el valor de realizar sus sueños, y la filosofía es el silencio donde nacen estos sueños. Aunque a veces, desgraciadamente, los sueños de aquellos hombres eran pesadillas, sobretodo para quienes pagaron los platos rotos. Cuando no nacen del silencio, los sueños se convierten en pesadillas. La historia, junto con la filosofía, el arte, la música y la literatura, es la mejor manera de descubrir quién es el ser humano. Alejandro Magno, Augusto, Dante, Miguel Ángel... son hombres que aprovecharon su libertad de la mejor manera y, al cambiarse a ellos mismos, cambiaron la historia.

Sólo cuando el hombre tiene fe en aquellos que está por encima de su alcance, es decir, un sueño, la humanidad da esos pasos hacia delante que la ayudan a creer en sí misma.

Extraer la belleza esté donde esté y regalársela a quien está a mi lado. Para eso estoy en el mundo.

Los adultos no recuerdan lo que es estar enamorado. ¿Qué sentido tiene explicar algo a alguien que ya no se acuerda? ¿Qué sentido tiene describir el color rojo a un ciego?

No puedo dormir. Estoy enamorado y, en estos casos, lo mínimo que te puede pasar es no dormir. Incluso la noche más negra se vuelve roja. Se te amontona en la cabeza una cantidad de cosas tan grande que querrías pensarlas todas a la vez y el corazón no se puede calmar. Y además, es extraño, porque todo te parece hermoso. Haces tu vida todos los días, con las mismas cosas y el mismo aburrimiento. Después te enamoras y esa misma vida se hace grande y diferente. Sabes que vives en el mismo mundo que Beatrice y, entonces, ¿qué importa si el examen te sale mal, si la rueda del ciclomotor se pincha, si el Terminator quiere mear, si se pone a llover y no llevas paraguas? No te importa, porque sabes que esas cosas pasan. En cambio, el amor no se acaba. Tu estrella roja brilla siempre. La Beatrice está allí, el amor está dentro de tu corazón y es grande, te hace soñar y no te lo pueden quitar, porque está en un lugar donde nadie puede llegar. No sé cómo describirlo: espero que no pase nunca.

-Cuando nos parece que no pensamos en nada, en realidad pensamos en aquello que apreciamos. El amor es una especie de fuerza de gravedad, invisible y universal, como la física. Inevitablemente nuestro corazón, nuestros ojos, nuestras palabras, sin que nos demos cuenta van hacia allí, hacia aquello que amamos, como la manzana con la gravedad.
-¿Y si no amamos nada?
-Imposible. ¿Te imaginas la Tierra sin gravedad? ¿O el espacio sin gravedad? Sería como una pista de autos de choque. Incluso el que piensa que no ama nada, ama alguna cosa. Y sus pensamientos van hacia allí, sin que se de cuenta. La cuestión no es si amamos o no, sino qué amamos. Los hombres aman siempre algo: la belleza, la inteligencia, el dinero, la salud, Dios...

Es el amor lo que hace a la vida nueva.

Cuando hace falta resolver temas vitales sé que es inútil hablar con los adultos. O no te escuchan, o te dicen: "no le des tantas vueltas, que ya se te pasará". Pero si te lo estoy contando, quizás es justamente porque no se me pasa, ¿verdad? O bien te salen con el mágico "algún día": "algún día lo entenderás; algún día, cuando tengas hijos, lo entenderás; algún día tendrás un trabajo y lo entenderás".

Nuestros sueños se esconden en las cosas que encontramos de verdad, en las que amamos: un lugar, una página, una película, un cuadro... Los sueños no los prestan los grandes creadores de la belleza.

Esto de los sueños es una mentira colosal. Lo sabía. Siempre lo he sabido. Porque después llega el dolor y ya nada tiene sentido. Porque tú construyes, construyes y construyes y después, de golpe, alguien o algo lo derrumba todo. Entonces, ¿de qué sirve? En mi sueño estaba la Beatrice, y la Beatrice era la parte misteriosa del sueño. La llave que abría la puerta. Si ella desaparece, desaparece el sueño. Y la noche se queda dentro de la oscuridad más oscura, porque no habrá ningún alba.

¡Ésta sí que es buena! Quieres dar sangre a una persona que está enferma y necesitas pedir permiso. Quieres fabricar o salvar un sueño, y necesitas pedir permiso. ¡Vaya mundo! Te empujan a soñar y justo cuando acabas de empezar, te lo impiden. Y entonces te salen conque para soñar necesitas pedir permiso y para no pedirlo tienes que ser mayor de edad.

Mi sueño se está desmoronando como un castillo de arena cuando sube la marea y lo reduce a una runa de sólo unos pocos centímetros de altura. Es así y basta. Y si es así, soñar no sirve de nada. O por lo menos, es mejor no hacerlo, porque hace más daño. Más vale tener los sueños al estilo de Niko, los oscuros, los que te compras. Me compraré unas bambas nuevas, las Dreams. Por lo menos, llevaré el sueño en los pies y lo pisaré.

Estoy delante de la pantalla del ordenador. Escribo las preguntas del título: "¿Por qué Roma, Alejandría y Bizancio fueron quemadas por sus conquistadores? ¿Qué impulsaba a los bárbaros, árabes y turcos? ¿Qué los hacía parecidos aunque fueran tan diferentes?"
Intento convertirme en uno de aquellos saqueadores de bibliotecas y me pregunto qué quiero conseguir pegándole fuego a los libros que contienen. Doy vueltas por las calles polvorientas de Roma, Alejandría y Bizancio que, según he descubierto, fue después Constantinopla y después Estambul y, en medio del estrépito y de los gritos de la gente, le pego fuego a miles de libros. Me deshago de todos aquellos sueños de papel y los transformo en cenizas. Los transformo en humo blanco.
He ahí la respuesta. Incendiar los sueños. Quemar los sueños es el secreto para abatir definitivamente a los propios enemigos, para que ya no encuentren la fuerza para levantarse y volver a empezar. Para que no sueñen con las cosas hermosas de sus ciudades, de las vidas de otros, para que no sueñen con los relatos de otros, tan llenos de libertad y amor. Para que ya no sueñen con nada. Si no permites soñar a las personas, las haces esclavas. Y yo, saqueador de ciudades, ahora sólo necesito esclavos, para reinar tranquilo y sin que me molesten. Y por lo tanto, que no quede palabra sobre palabra, sólo ceniza blanca de los sueños antiguos. Esta es la destrucción más cruel: robar los sueños a la gente. Campos de exterminio llenos de hombres quemados con sus sueños. Nazis ladrones de sueños. Cuando no tienes sueños, se los robas a los demás, para que ellos tampoco tengan. La envidia te abrasa el corazón, y ese fuego lo devora todo...

Pero el amor es otra cosa. El amor no te deja nunca en paz. El amor es insomne. El amor es elevar a la enésima potencia. El amor es rápido. El amor es mañana. El amor es tsunami.
El amor es rojo sangre.

Vete a saber porqué es necesario verse así para ser el centro de atención. A veces, en la vida, te dan ganas de hacer algo tan drástico que los demás ya no puedan ignorarte, estar delante de los ojos y la boca de todos. Sobretodo en esos momentos en los que te sientes solo y quieres escupir tu soledad en la cara de los demás. Entonces imaginas que te tiras por la ventana, así todos esos bordes entenderán lo que estás sintiendo y lo que significa dejar solo a los demás. De todas maneras, el dolor y la desgracia parecen la mejor manera para que el mundo se ocupe de ti y te quiera.

Cuánto dolor te ahorras cuando duermes. El problema viene cuando te despiertas.

-Los verdaderos sueños se construyen con obstáculos. Si no, no se hacen proyectos, sino que continúan siendo sueños. La diferencia entre un sueño y un proyecto es justamente ésta: los golpes, como en el cuento de mi abuelo. Los sueños no se hacen realidad en seguida, sino poco a poco, tal vez de manera distinta de cómo los habíamos soñado.

Dar la vida por los amigos, no hay amor más grande que éste.

Los sueños son como las estrellas, las ves brillar a todas cuando las luces artificiales se apagan y, sin embargo, también estaban antes ahí. Eras tú el que no las veía, porque las otras luces eran demasiado ruidosas.

-No hay respuesta convincente para el dolor, pero desde que Cristo murió por nosotros en la Cruz hay un sentido...

Cuando intento ponerme con los libros parece que las manecillas del reloj se peguen a la esfera y dejen de moverse, prisioneras de una burbuja espacio temporal.
Empiezo a flotar en esta burbuja blanca, que me lleva hacia arriba, lejos, entre las nubes, donde ya nadie me puede oír, y después el silencio sideral: solo como un globo que se ha ido volando.
Cuando todo se hace blanco, mi corazón se hace pequeño como una lenteja y, aunque grita, ya nadie le oye.

Llega un día en el que te miras en el espejo y eres diferente de cómo te esperabas. Sí, porque el espejo es la forma más cruel de la verdad. No apareces cómo eres de verdad. Querrías que tu imagen correspondiera a quien eres por dentro y que los demás, al verte, pudieran reconocer enseguida si eres una persona sincera, generosa, simpática... En cambio, siempre hacen falta palabras o hechos. Es necesario demostrar quien eres. Estaría bien tener que limitarse a mostrarlo. Todo sería más sencillo.

Hay firmas y firmas. Si te compras un Fred Perry, unas Dockers, unas Nike... eso son firmas que llevas en las cosas, y tarde o temprano las cambias, las tiras, las pierdes... Claro que te hacen sentir mejor, pero se acaban. Y después hay otras firmas. Las que llevas en el corazón. Esas firmas te dicen quién eres de verdad. Tengo la firma de la Beatriz tatuada en el corazón. Ella es mi sueño y yo existo para ella.

Te define lo que haces y no quién eres.

Hay quienes tienen un sueño, o creen que lo tienen, y obligan a los demás a creer en él, pero después el tiempo y la muerte lo destruyen todo.

Estoy en mi habitación y dentro sólo hay cosas mudas. Nadie con quien hablar. Los libros están mudos, entre otras cosas, porque no hay ningún Soñador que me los explique o me diga que me gustarían. Los cómics están mudos, a pesar de sus colores. El equipo de música está mudo, porque no tengo ganas de encenderlo. El ordenador está mudo porque aquella pantalla, tan profunda que tiene dentro el mundo entero, si la miras por detrás, es sólo una pantalla plana. Y te preguntas cómo lo hace para contener todo ese mundo, todo ese mar, si es tan plana. En mi habitación todo está mudo hoy. Aunque no quiero huir; quiero resistir. Hoy, en mi habitación, la tristeza entra en oleadas. Intento contenerla con una esponja. Doy risa. Resisto unos minutos y después el miedo aumenta, y soy un náufrago en el centro de un océano de soledad.
Floto en un desierto completamente blanco: una habitación blanca insonorizada, enorme, infinita, donde no se distinguen ni las esquinas de las paredes. No sabes dónde está el arriba, el abajo, la izquierda, la derecha... Grito, pero todos los sonidos desaparecen. Salen de mi boca palabras ya mustias.

Es medianoche. Estoy sentado en el lugar en que me siento cuando el mundo debe volver a girar en el sentido correcto. Son esos lugares que tienen un botón incorporado, el de volver atrás, a la canción anterior. Lo pulsas y el mundo vuelve a su lugar. Lo pulsas y el problema no sólo desaparece, sino que nunca ha existido. En fin, son esos lugares que no existen. Ese lugar es un banco de madera roja al lado del río.

Quiero estar solo. En silencio. El móvil apagado. Quiero que todo el mundo sufra porque no sabe dónde estoy. Quiero que todo el mundo se sienta solo y abandonado como lo estoy yo ahora.

Sin embargo he conseguido lo que quería. Por fin he encontrado el modo de defenderme de este escorpión venenoso que es la realidad. Odiar es la única forma que tenemos de ser más venenosos que el escorpión. Un odio rápido como el fuego que devora el papel y la paja, un odio que quema todo lo que toca, y cuanto más toca más arde. Ser malo. Ser solitario. Ser fuego. Ser hierro.
Esta es la solución. Destruir y resistir.

-Todo son ilusiones. La vida es una caja vacía que llenamos de tonterías para que nos guste, pero sólo hace falta una nadería y paf... Te encuentras sin nada. Aquel hombre se imaginaba que el hecho de morir por una causa que le parecía justa daba sentido a su vida. Pues mejor para él. Pero sólo es una apariencia para hacer la píldora menos amarga. La caja está vacía.

El silencio de los adultos es una de las victorias más grandes que se puedan imaginar.

Detrás del fuego de la rabia se esconde al menos el doble de agua salada.

Yo, que delante de un error querría que la vida tuviera la tecla "REW". Pero la vida no la tiene. La vida avanza igualmente, y suena tanto si quieres como si no, sólo puedes subir o bajar el volumen. Y has de bailar. Tan bien como sepas.

-Todos tenemos algo de lo que avergonzarnos. Todos hemos huido, Leo. Pero eso nos hace adultos. Sólo cuando llevamos tatuado en la cara algo que nos avergüenza, empezamos a tener una cara real...

-Es normal tener miedo, como es normal llorar. Ser cobarde no es eso. Ser cobarde es hacer ver que no pasa nada, volverse hacia otro lado. Pasar de todo. No dudo que huyeras. No dudo que estés enfadado con todo el mundo y contigo mismo. Eso es normal, pero enfadándote no arreglarás nada. Aunque te enfades hasta que ya no puedas más, eso no curará a la Beatrice. Un día leí en un libro que el amor no existe para hacernos felices, sino para demostrarnos cómo es de fuerte nuestra capacidad para resistir el dolor.

-Te equivocas, Leo, la madurez no se ve por el hecho de querer morir por una causa noble, sino por el hecho de querer vivir humildemente por ella. Hazla feliz.

-Regalar el propio dolor a los demás es el acto de confianza más hermoso que se puede hacer.

Hay dos formas de mirar la cara de una persona. Una es mirar los ojos como una parte de la cara. La otra es mirar los ojos y ya, como si fueran la cara. Es una de esas cosas que dan miedo. Porque los ojos son la vida en miniatura. Blancos alrededor, como la nada donde flota la vida, y el iris de color, como la variedad imprevisible que lo caracteriza, hasta sumergirse en el negro de la pupila que todo lo absorbe, como un pozo negro sin color ni fondo.

Miro el cielo de vez en cuando y mis dedos se detienen en las arrugas seculares de ese árbol que es fuerte, que es firme y que es feliz en el corazón de aquel parque. Es un árbol y hace de árbol. Hunde sus raíces en el agua del río cercano y crece. Sigue su naturaleza. Este es el secreto de la felicidad, ser uno mismo y ya está. Hacer aquello que estamos llamados a hacer. Quisiera la fuerza de ese árbol, áspero y duro por fuera, vivo y tierno por dentro, por donde corre la linfa.

¿Es posible que a los dieciséis años estés convencido de que la vida es el instituto y el instituto es la vida, que el infierno son los profes y el paraíso los días de fiesta, que las notas son el juicio universal? ¿Es posible que a los dieciséis años el mundo tenga el diámetro del patio del instituto?

Me coge la mano y, frágiles como hojas, caminamos en silencio durante todas las horas que quedan en este día, de la mano, fuerte cada uno no con su fuerza sino con la que tiene para dar al otro.

En aquel momento me di cuenta de que lo cuenta delante de la libertad del mar no es tener un barco, sino un lugar donde ir, un puerto, un sueño, que valga tanto como toda aquella agua por atravesar.

Con la mirada fija, inmóvil, atento a ella, me pregunto porqué el dolor y la alegría lloran de la misma manera.

-Mi padre me ha hecho descubrir que el cielo no es una pantalla. Yo lo veía siempre como un televisor, con unos puntos de color esparcidos aquí y allí, al azar, por la superficie. En cambio, si lo miras bien, el cielo es profundo como el mar. Casi puedes percibir la distancia entre las estrellas, y tu pequeñez te da miedo. Y esa profundidad llena de miedos, la llenas de historias. Yo no lo pensaba, pero el cielo está lleno. Antes no las veía; ahora las leo como en un libro. Mi padre me ha enseñado a ver las historias; si no, se escapan, se esconden, son hilos invisibles entre una estrella y otra...
Las personas son como las estrellas, quizás brillan lejos, pero brillan, y siempre tienen algo interesante para explicar... aunque hace falta tiempo, a veces mucho tiempo, para que las estrellas lleguen a nuestro corazón, como la luz a los ojos. Y además, también hace falta saber explicarlas.

-Había una vez una estrella, una estrella joven. Como todas las estrellas jóvenes, era pequeña y blanca como la nieve. Parecía casi frágil, pero sólo era efecto de la luz que emitía, que la hacía casi transparente, toda luz, como un cristal que refleja la luminosidad del mundo. La llamaban Enana, porque era pequeña, y Blanca, porque era clara como la nieve. Enana Blanca, Enana para hacerlo más fácil. Le gustaba viajar por el cielo y conocer otras estrellas. Con el paso del tiempo, Enana creció y se hizo Roja y grande. Ya no era Enana, sino Gigante, Gigante Roja. Todas las estrellas la envidiaban por su belleza y por sus rayos rojos, como cabellos infinitos. Pero el secreto de Gigante Roja era seguir siendo Enana por dentro. Sencilla, luminosa y pura como Enana, aunque se veía gigante y roja. Por eso Enana Roja sigue brillando en el cielo, del blanco al rojo y viceversa, porque es las dos a la vez. Y no hay belleza más bella que ella en el cielo. Ni en la Tierra.

La vida no trae manual de instrucciones, y eso es un problema. Tú sigues las instrucciones, y si el móvil no funciona está la garantía. Lo devuelves y te dan uno nuevo. Con la vida no, si no funciona no te dan una nueva, te has de quedar la que tienes, usada, sucia y con un mal funcionamiento. Y cuando no funciona pierdes las ganas.

La vida es un examen hecho para arrancarte una verdad que ignoras y que fingirás recordar con tal de no seguir sufriendo... Hasta que te convenzas de esa mentira, olvidando que la has inventado tú.

A aquel que espera le llega lo que esperaba, pero sin esperanza no encontraríamos lo inesperado.

-Mamá, ¿cómo se puede amar cuando ya no se ama?
-Leo, amar es un verbo, no un sustantivo. No es una cosa fija de una vez por todas, sino que evoluciona, crece, sube, baja y se hunde, como los ríos escondidos bajo tierra, que, no interrumpen nunca su carrera hacia el mar. A veces dejan la tierra seca, pero debajo, en las oscuras cavidades, corren, y después a veces vuelven a subir y surgen, fecundándolo todo.
-¿Y entonces qué he de hacer?
-Amar igualmente. Siempre lo puedes hacer: amar es una acción.
-¿Incluso cuando se trata de amar a quien te ha hecho daño?
-Pero eso es normal... Son dos las personas que nos hacen daño, Leo, los que nos odian y los que nos aman.
-Pues no lo entiendo. ¿Por qué habrían de hacernos daño quienes nos aman?
-Porque cuando el amor está por medio las personas a veces se comportan de manera estúpida. Tal vez se equivocan de camino, pero lo están intentando... Te has de preocupar cuando la persona que te ama ya no te hace daño, porque eso quiere decir que ha dejado de intentarlo o que a ti te ha dejado de importar.
-¿Y qué pasa cuando no consigues de ninguna de las maneras amar igualmente?
-No lo has intentado bastante... A menudo nos engañamos, Leo. Pensamos que el amor pasa por una crisis, pero en cambio es justamente el amor aquello que nos pide crecer... Como con la luna, sólo ves una parte, pero la luna está siempre allí toda entera, con sus océanos y sus cimas, sólo has de esperar que crezca, que poco a poco la luz ilumine toda la superficie escondida... y para eso hace falta tiempo...

Los griegos explicaban que el hombre originalmente era esférico y que Zeus para castigarlo de sus maldades lo rompió por la mitad. Las dos mitades vagan por el mundo y se buscan. La nostalgia las empuja a buscar más y más, y cuando se encuentran aquella esfera quiere volver a estar unida. Esta historia tiene una parte de verdad, pero no es suficiente. Cuando las dos mitades se encuentran de nuevo, han vivido su vida hasta aquel momento. No son cómo eran cuando se separaron. Sus esquinas ya no coinciden. Tienen defectos, debilidades, heridas. No es suficiente que se encuentren de nuevo y se reconozcan. Ahora también se han de escoger, porque las dos mitades ya no coinciden perfectamente; sólo el amor las lleva a aceptar los ángulos que ya no coinciden y sólo el abrazo las lima, aunque hace daño.

Alzo la vista y el río corre indiferente a los cambios mundiales, aquel río que ha recorrido siglos de lágrimas de alegría y dolor y las lleva allí donde han de estar todas las lágrimas: el mar, que por eso es salado.

Y la vida es lo único que no se engaña si tú, corazón, tienes el valor de aceptarla...

-Arlequín era un niño pobre. Un día llegó a casa triste y su madre le preguntó porqué. El día siguiente era Carnaval: todos tendrían un vestido nuevo y él no tendría nada para ponerse. Su madre le abrazó y le tranquilizó. Arlequín se fue a la cama reconfortado. Su madre, que era  una modista, cogió su cesto de retales de colores, que le habían sobrado de otros vestidos y se pasó toda la noche cosiéndolos. El día siguiente Arlequín tenía el vestido más bonito y original. Todos los otros niños estaban maravillados y le preguntaban dónde lo había comprado, pero él callaba para guardar el secreto de su madre, que se había pasado la noche cosiendo aquellos retales de colores: blanco, rojo, azul, amarillo, verde, naranja, violeta... Y se dio cuenta de que no era pobre, porque su madre lo amaba muchísimo, y aquel vestido era la prueba.

En el fondo, toda la vida no hace otra cosa que recortarte un vestido multicolor, a costa de muchas noches insomnes, noches de sobres de otras vidas cosidas juntas.
Justo cuando nos sentimos más pobres la vida, como una madre, está cosiendo para nosotros el vestido más hermoso.

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