miércoles, 29 de agosto de 2012

El Impostor - Manuel L. Alonso




Datos del libro:

Título: El Impostor

Título original: El Impostor

Autor: Manuel L. Alonso

Sinopsis: Eduardo, un muchacho huérfano de dieciséis años, va a Palma de Mallorca para encontrarse con su tío Miguel, un hombre rico y enigmático, que a partir de entonces será su tutor. Pero el tío Miguel resulta ser un estafador y carterista que intentará enseñar el oficio a su sobrino. Un final lleno de sorpresas marcará profundamente la vida de Eduardo.


Datos de la edición que yo leí:

Editorial: Anaya

ISBN: 9788420741581

Fecha de edición: 07/1994

Tamaño: 23x13 cm

Número de páginas: 128

Idioma: Español

Encuadernación: Rústica

Precio: 7,21 euros


Período de lectura:

Empezado: 28 de agosto de 2012

Terminado: 29 de agosto de 2012


Una pequeña opinión personal:

Entretenido libro que narra las peripecias de un adolescente junto a su tío, mientras éste le va introduciendo en el negocio del engaño y la estafa.

El libro es ameno y se lee de manera bastante rápida, va entrando por sí solo. Además, tiene algunas reflexiones bastante interesantes, lecciones que parece que hemos olvidado pero no vendría mal recordar de cuando en cuando.

Es un libro que hará sentirse identificado a los adolescentes y a los que ya no lo son, pero que aún recuerdan cómo era, cómo se sentía el mundo a través de los ojos de un adolescente...


Nota

8/10


¿Vale la pena comprarlo?:

Yo no lo compraría para mí... pero sí lo tendría en cuenta como opción para regalar a algún adolescente que estuviera adentrándose en el mundo de los libros; porque además de que se lee fácil y rápidamente, es bastante probable que se sientan idenfiticados con el protagonista, que muchas veces "no se aguanta a sí mismo".


Citas:

"La virtud consiste en hacer el bien que es posible y adaptarse al mal que es inevitable." (Joseph Conrad)

Es curioso lo que ocurre con los rasgos de la cara: conforme se madura y envejece, disminuyen de tamaño los ojos y siguen creciendo la nariz y las orejas; en cuanto a los labios, las personas no especialmente sensuales los pierden antes de la mitad de su vida.

Habría que confesar aquí que por temperamento y carácter yo no era precisamente amable. No se puede esperar que lo sea un chico de quince o dieciséis años que a menudo no se aguanta a sí mismo.

Después de haber vivido toda mi vida en una ciudad de cuatro millones de habitantes estaba perfectamente entrenado para ver a los demás no como personas reales sino como simples unidades que pasan al lado y en seguida desaparecen para siempre, por lo que no vale la pena prestarles atención.

La vida real no suele ser amable.

Ante un oyente de dieciséis años, todos los adultos adoptan uno de estos dos papeles: se ponen didácticos o intentan que los tomes por un compañero, para lo cual imitan sin pudor los modelos de hablar de la gente de esa edad.

-Simenon y Stevenon son fuentes preciosos de conocimeinto sobre la naturaleza humana. Simenon demuestra que no hay por qué avergonzarse de ser débil o cobarde, ya que todos lo somos. Stevenson nos enseña que el hombre está compuesta de bondad y maldad a partes iguales.
-Iguales, ya entiendo-respondí decidido a tomarle el pelo.
Rectificó:
-Buneo, no tan iguales. Es precisamente la diferencia de proporciones entre nuestra parte buena y nuestra parte mala la que nos distingue a unos de otros.

No vivas pensando en el mañana porque puede que no haya un mañana.

Hay momentos, cuando eres un adolescent, en que necesitas hacer algo aún sabiendo que es perjudicial o peligroso, o precisamente porque lo sabes. Poe llamaba a eso el instinto de la perversidad. Es lo que te atrae en un abismo, lo que te lleva a hurgar en una muela enferma o a probar una droga.

Un hombre necesita puntos de referencia inmutables y sólidos. No conozco ninguno mejor que el mar. Siempre sabes que puedes contar con él, que ocurra lo que ocurra permanecerá indiferente. Es como si te recordara: "Esto también pasará, todo pasa."

Los adultos tienden a olvidarlo o aducen que a eso no se le puede llamar amor, pero lo cierto es que cuando tienes diecisiete años te enamoras de modo fulminante cada pocos días. Ocurre de golpe, con un intercambio de miradas.

-¿Qué crees que es lo más importante en la vida?-preguntó Miguel de improviso.
-No estoy seguro, pero sospecho-respondí imitando su propio estilo-que me lo vas a decir tú.
-Lo único importante-dijo impertérrito-, lo que de veras cuenta, aquello por lo que vale la pena pagar cualquier precio, es el tiempo.
-Creí que ibas a decir "salud, dinero y amor".
-No, no-rebatió muy seriamente, porque a veces tenía menos sentido del humor que un zapato-. La salud es sólo una premisa, y lo otro, bueno, viene y se va. El tiempo, mi querido muchacho, el tiempo. Ser dueño de las horas y poblarlas a tu capricho: ésa es la verdadera riqueza.

-Dime alguna cosa de la que te sientas particularmente orgulloso.
Lo pensé en serio. Tenía que haber alguna, ¿no?
-La última vez que lloré por algo tenía cuatro años. Me prometí que no volvería a llorar en mi vida por nada, y continúo manteniendo mi promesa.
Me miró con una especie de lástima o decepción.
-No es una cosa para estar orgulloso. Creo que te equivocas. El hombre no debe avergonzarse de mostrar sus sentimientos. Pero dejémoslo, te diré de qué estoy orgulloso yo. Mira.
Me mostró su muñeca izquierda. Era una muñeca peluda y bastante corriente y así se lo dije.
-¿No le ves nada de particular?
Le aseguré que no.
-¡No llevo reloj! ¡Hace quince años que no uso reloj! Me levanto a la hora que quiero, voy a mi aire. Llego a los sitios cuando me parece bien, y si no llego no pasa nada. Ahora dime cuántos millonarios se pueden permitir algo así.

Tampoco Miguel parecía recordar su propia adolescencencia. A pesar de que una vez se había mostrado comprensivo con esa desgracia que es tener menos de dieciocho años, a veces una palabra suya o una mirada me hacían sospechar que no estaba lejos de sentir cierta envidia de mi edad, lo que a mí entonces me parecía monstruoso. Hoy lo entiendo mejor.

Mucha gente piensa que amar sin reservas, sin cálculo, sin prudencia, es posible solamente una vez en la vida. No es poco. Supongo que algunos no alcanzan ni eso.

Si lo piensas bien, verás que casi todas las personas, cual.quiera que sea su actividad, son una especie de intermediarios entre alguien que tiene una cosa y alguien que la desea.

Es curioso lo que pasa con las hienas: todos los viajeros saben que se alimentan exclusivamente de cadáveres, pero a pesar de ello hacen cualquier cosa para no cruzarse con una de ellas.

"¿Cómo crees que ganaron su dinero los ricos, idiota?-dijo una voz dentro de mí-. ¿Trabajando?"

"El tiempo-había dicho él-es lo más importante de la vida". Y yo hubiera pagado cualquier precio para poder darle parte del mío, de los años que me quedaban por vivir. Me parecía entonces, y todavía hoy lo pienso, que es injusto que el tiempo se nos conceda tan lentamente y se nos arrebate de un solo golpe.

7 comentarios:

  1. Hola Tere, interesante entrada. La verdad es que nada más empezar a leer tu reseña pensé en regalárselo a "un sobrino adolescente". Gracias.

    ResponderEliminar
  2. Hola, laurasilvia, espero que a tu sobrino le guste el libro :)

    ResponderEliminar
  3. Hay segunda parte del libro? Me da la impresión de que el libro se queda con el final en suspense.

    ResponderEliminar
  4. Pues me ha dado por buscar información y resulta que sí que tiene segunda parte. Por si te interesa buscarlo, el libro se llama Rebelde.

    ResponderEliminar
  5. una cosa sabes si hay este libro completo en pdf en alguna pagina??
    porfavor contesta rapido ..

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. anónimo
      yo también necesito eso para ya

      Eliminar